El horizonte en Ovidio entre los escitas de E. Delacroix

Categorías del artículo: Horizontes pictóricos

Ovidio entre los escitas, 1859. Eugene Delacroix (1798-1863). Óleo sobre lienzo, 88x130 cm. Fuente: The National Gallery. Londres. link.

Ovidio llevó una vida desahogada en Roma, repartiendo el tiempo entre la vida mundana y la composición de sus poesías. Pero en el año 8 d.C. esa existencia urbana acabó bruscamente. Augusto lo desterró a Tomis, a orillas del mar Negro, actualmente una pequeña ciudad llamada Constanza, en Rumanía. Ya nunca pudo volver a Roma, y murió desterrado y olvidado en el año 17 d.C. Pero la diosa Fama escuchó el epílogo que poco antes de su exilio había escrito en su Metamorfosis[1]:

“Ya he culminado una obra que no podrán destruir
ni la cólera de Júpiter ni el fuego ni el hierro ni el tiempo voraz.
Que ese día que no tiene derecho más que a mi cuerpo,
acabe cuando quiera con el devenir incierto de mi vida;
que yo, en mi parte más noble, ascenderé inmortal por encima
de las altas estrellas y mi nombre jamás morirá, y por donde
el poderío de Roma se extiende sobre el orbe sojuzgado, la gente
recitará mis versos, y gracias a la Fama, si algo de verdad hay
en los presagios de los poetas, viviré por los siglos de los siglos.”

¡Soberbio!

Aunque no se conoce el porqué, no es de extrañar que sufriese la “relegatio”, pues estos versos ningunean al César y se atreve hasta con Júpiter. Imaginamos cómo podía sentirse Ovidio entre los bárbaros, en un país donde el clima es mucho más hostil que en Roma y sin ciudadanos cultos que pudieran discutir y comprender su obra. ¡Un hombre que escribió eso!

Delacroix lo imagina en actitud melancólica pero bien atendido por los escitas (imagen 1), que le alimentan con leche de yegua. Es fantástico cómo, no sólo los personajes, sino que todo el cuadro respira amabilidad; y sin embargo parece que la muerte planee por toda la escena y que las ofrendas que recibe Ovidio sean un adelanto de las que recibirá tras su muerte. No sólo es opinión nuestra, Sébastien Allard, en el catálogo de la exposición de Caixaforum de abril de 2012, dice que en un dibujo preparatorio, actualmente en una colección privada, Delacroix escribió unos versos del episodio de los funerales de Patroclo extraídos de la Ilíada (... todavía más fantástico... ¿por qué interpretamos lo mismo antes de saber esos detalles?). Es decir que verdaderamente la idea de la muerte estaba en la cabeza de Delacroix cuando hizo esta obra, la última que expuso en el “Salón” en 1859, y posiblemente la última que pintó.

De esta obra dice Allard:

“La manera en que se construye el lienzo aumenta, por la impresión de lejanía, el grandioso panorama y el alejamiento de las figuras, el sentimiento de estar entre dos mundos, en un espacio fronterizo de lo real. Delacroix, con su gran paisaje, al término de una dilatada carrera, rinde homenaje a Nicolas Poussin. “Es lo finito en lo infinito- ¡Es el sueño!”... (escribió Boudelaire en su obra “Salón de 1959)[2]”.

Lo que parece, es que más que estar entre dos mundos, Ovidio está tan, tan lejos de cualquier otro mundo que lo sabe inalcanzable. Y esa sensación la consigue Delacroix mediante la perspectiva atmosférica pintando una sucesión de montañas, que van del verde al azul cada vez más claro que, a modo de cuñas, dirigen la mirada hasta la última, casi del mismo color que el cielo. Esta perspectiva atmosférica es una estrategia pictórica que reproduce un hecho de la visión, que ya se usaba en la Edad Media, y constituye una de las más antiguas convenciones en la pintura: la de las tres profundidades, aunque fue Leonardo el que le puso nombre (también la llamó perspectiva “di perdimenti”) y quien la aplicó rigurosamente. Aquí Delacroix pinta este panorama seducido por el color y abandonándose a la libertad de la pincelada y a su ritmo, dando a la composición una cualidad atmosférica y expresionista. Sin esta sucesión de horizontes, de perfiles montañosos que se pierden la lejanía, más y más lejos, que hacen el mundo interminable, Baudelaire no podría haber escrito comentando este cuadro “Es lo finito en lo infinito”, aunque yo diría también que es lo infinito en lo finito.

¿Verdad?

Intervención con Photoshop en Ovidio entre los escitas de Delacroix, .

[1] Ovidio. Metamorfosis. Traducción de Antonio Ramírez y Fernando Navarrete. Alianza Editorial. Madrid, 1995.

[2] Caixaforum....

Artículos relacionados

El territorio en escorzo. El horizonte y los ítems de la visión monocular I.
En la evolución del arte arcaico a arte mimético, la representación del horizonte es el elemento clave para apreciar la madurez de la pintura ilusionista.
Los últimos románticos. El legado romántico en el siglo XX.
El camino de búsqueda de un lenguaje visual para expresar el sentimiento trágico de la vida que iniciaron los artistas románticos del siglo XIX lleva a algunos artistas del siglo XX a dar una vuelta de tuerca más a las características del paisaje romántico y transcendente, llegando a la más absoluta abstracción del expresionismo abstracto y del neoexpresionismo.
Horizontes transcendentes III. Víctor Hugo (1802-1885)
La búsqueda de fórmulas y procesos para comunicar conceptos y sentimientos era una de las constantes de los artistas románticos. Se recuperó la frase de Leonardo: "Cuando miras un muro viejo cubierto de suciedad, o la extraña apariencia de una piedra veteada, podrás descubrir cosas variadas, como paisajes...".
Horizontes transcendentes II. J.M.W. Turner (1775-1851)
Si las obras de Friedrich contemplan la Naturaleza eternamente en reposo convertida en algo místico, para Turner la Naturaleza es una fuerza en continuo movimiento y sus obras hacen eterno el instante.
Horizontes transcendentes (I). Caspar David Friedrich (1774-1840)
Los artistas románticos nos enseñaron a apreciar la belleza de la Naturaleza y a disfrutar con la contemplación del paisaje.
Los horizontes de Guardi. El mundo no sólo es redondo, se ve redondo
Guardi (1712-1793) utiliza el horizonte como signo gráfico que define la experiencia visual, representándolo como un arco, parte del límite de la visión natural, circular y panorámica, del ser humano. ¡Fantástico! sin duda.
Horizontes privados
En la Edad Media el arte abandonó por anticuado el estilo ilusionístico de la pintura grecorromana y adoptó nuevas estrategias, pues ya no pretendía ser la transcripción gráfica de una experiencia visual, sino que se trataba de mostrar “la verdad” de las cosas.
Horizontes formidables
Desde tiempos inmemoriales el contemplar el horizonte desde un punto alto sigue siendo fascinante. Ejerce tanta seducción que es una de las características de los llamados deportes de riesgo. De cualquier forma continúa siendo placentero y emocionante cuanto más alejado lo veamos.
Cielos divinos
En el Renacimiento el arte se vuelve más naturalista buscando reproducir una experiencia visual y los cielos dejan de ser representados como una superficie abstracta, adquieren materialidad y se muestran habitados por seres celestiales de apariencia no muy diferente a la humana, apoyados en las nubes como si éstas fueran suelo sólido de ese espacio espiritual o místico.
El ojo divino y los horizontes celestes
Continuando mi última entrada en el blog sobre los “Límites del cielo” quiero proponer dos imágenes que no buscan ilustrar una teoría de cómo es o cómo funciona el Cosmos, sino que los horizontes celestes se han convertido en un recurso gráfico que nos remite a la inmensidad de la Creación y al Creador mismo.
Horizontes celestes. Los límites del cielo
La visión del cielo como una gran bóveda que cubre el mundo hunde sus raíces en el tiempo, en este artículo propongo una serie de imágenes que ayudan a comprender un tipo de iconografía antigua y no tan antigua.
El horizonte y Lawrence Alma-Tadema
Este pequeño grabado forma parte de la colección de un conciudadano y está previsto que se exponga, junto con más obras, en la muestra que organizará el Ayuntamiento y Museo Municipal de Jumilla y la colaboración de la Asociación Cultural Hypnos bajo el título "El grabado en las colecciones de Jumilla" cuando puedan utilizarse los espacios expositivos de la ciudad.
Horizonte y las "Carceri d'invenzione" de G.B. Piranesi (1720-1778)
La serie de grabados al aguafuerte sobre plancha de cobre "Carceri d'invenzione" (Prisiones imginarias) de Giovanni Battista Piranesi, reproducidos en serigrafías antiguas, forman parte de la colección de grabados de Evelio Miñano y está previsto que se expongan, junto con más grabados, en la muestra que organizará el Ayuntamiento y Museo Municipal de Jumilla, con la colaboración de la Asociación Cultural Hypnos, bajo el título "El grabado en las colecciones de Jumilla" cuando puedan utilizarse los espacios expositivos de la ciudad.
El cielo habitado. Fanes (siglo II a.C.)
Las bandas circulares desde tiempo inmemorial han representado las esferas celestes de la concepción geocéntrica del universo; también ilustran la creencia de que el cielo es una bóveda que nos envuelve, simbolizando así los límites del cielo.
El horizonte en La adoración de la Trinidad de Albrecht Dürer (1511)
Aunque en el Renacimiento los cielos todavía se consideraban de naturaleza desconocida y fundamentalmente distinta al mundo de aquí abajo, la confianza en la capacidad de comprensión del ser humano los despojaron de su significación siniestra, común durante el medioevo, para habitarlos con seres espirituales, generalmente gloriosos.
El horizonte en la Crónica de Nurenberg (1493)
En nuestra cultura occidental las tradiciones evocan un principio creador que está por encima de todas las cosas, estando el horizonte presente en los mitos más primitivos, siempre ligado a la idea de fin e inicio de algo cósmico de gran importancia para el hombre.
El horizonte y el Papiro de Jonsu-mes (siglo 10 a.C.)
El horizonte puede ser algo más que una línea que representa el límite de nuestro mundo visible también puede significar la frontera entre lo que es y lo que no es, simbolizando un límite temporal trascendente en el devenir humano.
El horizonte y Et sic in infinitum de Robert Fludd
En este artículo reflexiono sobre la representación de un Universo infinito en el que no cabe un horizonte.
El horizonte y Los cuatro jinetes del Apocalipsis. Beato de la Universidad de Valladolid
En la decadencia del imperio romano el arte volvió a retomar su antigua tendencia esquemática olvidándose de sus referentes naturales para incidir nuevamente en los contenidos simbólicos, iniciándose un proceso de abandono del mimetismo que culminó en la Edad Media.
El horizonte y la pintura pompeyana. Narciso
Ovidio en La metamorfosis cuenta que Narciso era un joven bellísimo, al que muchas jóvenes desearon, aunque, dice Ovidio, “hubo en su tierna hermosura tan dura soberbia que ninguna lo conmovió”, ni siquiera Eco, que llegó a morir de melancolía y desamor.