"-Espero que esto le haya animado -dijo, volviéndose y echando a correr cuesta abajo-; y ahora, al último arrojo, ¡y a ser Reina! ¡Qué solemne suena eso -unos cuantos pasos la llevaron al borde del arroyo. "¡Al fin la Octava Casilla!", exclamó saltando y tumbándose a descansar en un césped blando como el musgo, con pequeños macizos de flores diseminados aquí y allá.
"¡Ay, qué contenta estoy de haber llegado aquí! ¿Qué es esto que tengo en la cabeza?", exclamó consternada, llevándose las manos a algo pesadísimo que tenía ajustado alrededor de la cabeza.
-Pero, ¿cómo puede habérseme puesto sin que yo lo haya notado? -se dijo, mientras se lo quitaba y lo colocaba en su regazo para ver de qué se trataba.
Era una corona de oro."
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